El lugar que pisas es suelo sagrado...
Al morir, en el año 1582, la Madre Teresa fue enterrada entre las dos rejas del coro bajo primitivo. Bien es verdad que, entre 1585 y 1586 sus restos estuvieron algo menos de nueve meses en San José de Ávila, pero volvieron a Alba, y más tarde, con motivo de su beatificación (1614) su cuerpo se colocó dentro de una urna de piedra alabastrina que se elevó hasta el coro alto en el mismo lugar.
No fue hasta 1677 cuando, una vez finalizadas las obras de ampliación del templo, se trasladó el Sepulcro al retablo de la nueva capilla mayor. Pasados 83 años, en 1760, "se procede a cambiar el sepulcro de piedra alabastrina por un nuevo sepulcro de mármol negro jaspeado donado por los reyes Fernando VI y Bárbara de Braganza". El arquitecto autor de Sepulcro fue el francés Jacques Marquet, que había sido traido a España por el duque de Alba y fue autor del palacio ducal de Piedrahita y de la Casa de Correos de la Puerta del Sol de Madrid. El mármol procedía de San Pablo, en los Montes de Toledo.
(GUTIERREZ ROBLEDO, J.L., Monasterio de la Anunciación de Carmelitas Descalzas, Edilesa, León, 2008, pág. 47).
Así pues, han pasado casi 430 años desde la muerte de la Santa, 335 desde que su Sepulcro fuera llevado al retablo del nuevo altar, y 252 años que fuera estrenada la sepultura que hoy podemos apreciar. Pues desde ayer, 25 de enero de 2012, en el 441 aniversario de la fundación del convento y la iglesia, cuando finalmente se abrieron al público los camarines, las reliquias de Teresa están más cerca de sus devotos. Todo ha sido posible gracias a la decisión y tesón que caracteriza a la comunidad de Madres Carmelitas quienes, a pesar de dedicar su vida a la oración litúrgica y a la meditación de la Palabra de Dios, han llevado a cabo, a un tiempo, la gran empresa de renovar y embellecer su monasterio y la iglesia. Enhorabuena.
El nuevo museo conventual ubicado parcialmente en los camarines recientemente abiertos, sólo muestra ahora una parte de lo que previsiblemente será en el futuro cercano. A mi juicio este museo, como ya ocurre con la sala de las reliquias de Santa Teresa abierta en 2002-2003, está llamado a ser mucho más que un lugar vistoso donde ubicar para la pública contemplación obras de arte religioso. El rostro de muchos fieles que ayer pudieron acercarse, hasta casi tocar el Sepulcro (captado por las cámaras de www.albadetormesaldia.es), habla del efecto que no son capaces de producir las obras de arte más preciadas... Por tanto, el lugar es especial porque guarda un recuerdo, custodia un legado, transmite un valor y ahora es para todos.
¡A disfrutarlo los albenses teresianos y cuantos visiten nuestra villa!