DOS NUEVOS
DOCTORES DE LA IGLESIA
RELACIONADOS CON SANTA TERESA
Manuel
DIEGO SÁNCHEZ, carmelita
El domingo 7 de octubre el Papa Benedicto XVI proclama doctores de la Iglesia
a santa Hildegarda de Bingen (1098-1179), una monja benedictina alemana, y al
sacerdote español natural de Almodóvar del Campo (Ciudad Real), San Juan de
Ávila (1500-1569). Uno fue contemporáneo de nuestra santa y bien conocido de
ella; pero la monja alemana tiene más bien una relación indirecta, aunque no menos
interesante con la santa carmelita.
Ante lo
inesperado de este gesto, el mismo papa ha tenido que explicarse a la hora de
justificar su decisión. Y así lo hacía con estas palabras: Estos dos grandes
testigos de la fe vivieron en periodos históricos y en ambientes culturales muy
distintos. Hildegarda fue monja benedictina en el corazón de la Edad Media
alemana, auténtica maestra de teología y profunda estudiosa de las ciencias
naturales y de la música. Juan de Ávila, sacerdote diocesano en los años del
renacimiento español, participó en el esfuerzo de renovación cultural y
religiosa de la Iglesia y de la sociedad en los albores de la modernidad. Pero
la santidad de la vida y la profundidad de la doctrina los hace perennemente
actuales (27.5.2012).
1.
Hildegarda precede siglos antes a Teresa en la tarea de
la escritura femenina, incluso en aquella de carácter autobiográfico. Fue una
mujer muy preparada que sirvió de lumbrera en la cultura de su tiempo
(teología, música, mística, ciencias naturales, medicina…). Pero también
fundadora de monasterios y maestra de vida espiritual para sus monjas. Es
curioso que cuando, muerta santa Teresa, algunos tratan de defender su posición
de escritora y maestra espiritual en una iglesia antifeminista, los teólogos
aducirán precisamente la figura de esta monja medieval, diciendo que ya en la
historia de la Iglesia habían existido escritoras espirituales, aprobadas
incluso por los Papas. Santa Teresa no la leyó, mientras que sí leyó y conocía
las revelaciones de otra benedictina medieval, Santa Gertrudis de Hefta.
Seguramente que en un ambiente tan hostil para la mujer que se dedica a la vida
espiritual en el siglo XVI español, nuestra Teresa bien que se acordaría y
apoyaría más de una vez en estos dos ejemplos. Para conocer a este personaje
tan rico y polifacético, el de la nueva doctora eclesial Hildegarda (la cuarta
mujer después de santa Teresa, que abrió el camino a esta modalidad femenina
del doctorado eclesial), es útil el visionar la reciente película a ella
dedicada y dirigida por M. von Trotta: VISION (2009). De ella no resulta un
Medioevo tan oscuro e ignorante como a veces pensamos.
Quiero recordar
otro detalle para valorar la importancia de este gesto del actual papa. Cuando
Pablo VI decidió hacer doctora de la Iglesia a Santa Teresa, una total novedad
en el panorama eclesial de aquel tiempo, el General de la Orden carmelita y
luego cardenal, Anastasio del SS. Rosario, ya le sugirió al Papa que, junto a
la santa castellana, nombrara también doctora a una de estas dos benedictinas
medievales antes mencionadas. Pero el papa prefirió optar entonces por la
figura de Santa Catalina de Siena.

El trato con Teresa
se debe precisamente al asunto del juzgar su vida mística, por un deseo que
ella tuvo siempre, es decir, el someterse al criterio del Maestro Ávila, sin
duda, en aquel momento la persona de mayor autoridad espiritual dentro de
España. Así le enviará a Montilla en el año 1568 la segunda redacción de su
autobiografía, pero en el mismo códice autógrafo (!), cuya lectura le obligó al
santo a emitir un juicio o censura a través de una carta que poseemos
(12.9.1568). Él hace un análisis muy fino y, podemos decir, hasta desconfiado
del mundo interior de Teresa, pero sin desaprobarlo. Muchos de los criterios
que emite Juan de Ávila ella los incorporará a su doctrina posterior, como se
puede constatar p.e. en las Moradas, obra de madurez. Interesante ese criterio
de que desconfíe de visiones y fenómenos especiales… La Santa agradeció tanto
la carta y, por eso, se consideró ya salvada de cualquier sospecha, según lo
que ella misma comenta a su amiga y confidente Doña Luisa de la Cerda: El
Maestro Ávila me escribe largo, y le contenta todo, sólo dice que es menester
declarar más unas cosas y mudar vocablos de otras, que esto es fácil (carta,
2.11.1568). El optimismo de Teresa, sin embargo, ha de ser matizado, pues en la
dicha carta el santo la avisa de que el libro no está para salir a manos de
muchos. Pero la posteridad demostró todo lo contrario, ha sido la obra más
editada, traducida y leída de santa Teresa desde la primera vez que salió
editada por Fray Luis de León (Salamanca 1588) hasta hoy. Eso sí, el santo
doctor es de los pocos y privilegiados que pudieron leer a nuestra Santa en su
mismo texto original autógrafo, y directamente.
Teresa, aunque
nunca se vio con él, estuvo siempre muy atenta a la vida y actividad de san
Juan de Ávila. Cuando se enteró en Toledo de su fallecimiento (Montilla,
23.5.1569), una monja muy cercana a ella se acuerda de que lloró mucho su
muerte (Isabel de santo Domingo), y que les extrañó tanta tristeza, a lo que,
según Ribera, el primer biógrafo, respondió la Madre que lo que me da pena
es que pierde la Iglesia de Dios una gran columna, y mucha salmas un gran
amparo que tenían en él, que la mía aun con estar tan lejos, le tenía mucha
obligación (Vida, IV, c.11).
Este reconocimiento
eclesial del doctorado nos trae a la memoria otra gran figura del siglo XVI
español. Así nos damos cuenta de la coincidencia en aquel tiempo de tantos
personajes importantes en política, literatura, mística… junto con la Madre
Teresa y Fray Juan de la Cruz. Por algo le reconocemos como el Siglo de Oro.
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En este video se muestran unos minutos de la película VISIÓN, sobre la vida de Santa Hildegarda:
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En este video se muestran unos minutos de la película VISIÓN, sobre la vida de Santa Hildegarda:
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