viernes, 5 de octubre de 2012

San Juan de Ávila y Santa Hildegarda y su relación con Santa Teresa



DOS  NUEVOS  DOCTORES DE LA IGLESIA  RELACIONADOS CON SANTA TERESA

                                                                                  Manuel DIEGO SÁNCHEZ, carmelita

            El domingo 7 de octubre el Papa Benedicto XVI proclama doctores de la Iglesia a santa Hildegarda de Bingen (1098-1179), una monja benedictina alemana, y al sacerdote español natural de Almodóvar del Campo (Ciudad Real), San Juan de Ávila (1500-1569). Uno fue contemporáneo de nuestra santa y bien conocido de ella; pero la monja alemana tiene más bien una relación indirecta, aunque no menos interesante con la santa carmelita.
Ante lo inesperado de este gesto, el mismo papa ha tenido que explicarse a la hora de justificar su decisión. Y así lo hacía con estas palabras: Estos dos grandes testigos de la fe vivieron en periodos históricos y en ambientes culturales muy distintos. Hildegarda fue monja benedictina en el corazón de la Edad Media alemana, auténtica maestra de teología y profunda estudiosa de las ciencias naturales y de la música. Juan de Ávila, sacerdote diocesano en los años del renacimiento español, participó en el esfuerzo de renovación cultural y religiosa de la Iglesia y de la sociedad en los albores de la modernidad. Pero la santidad de la vida y la profundidad de la doctrina los hace perennemente actuales (27.5.2012).

1.                  Hildegarda precede siglos antes a Teresa en la tarea de la escritura femenina, incluso en aquella de carácter autobiográfico. Fue una mujer muy preparada que sirvió de lumbrera en la cultura de su tiempo (teología, música, mística, ciencias naturales, medicina…). Pero también fundadora de monasterios y maestra de vida espiritual para sus monjas. Es curioso que cuando, muerta santa Teresa, algunos tratan de defender su posición de escritora y maestra espiritual en una iglesia antifeminista, los teólogos aducirán precisamente la figura de esta monja medieval, diciendo que ya en la historia de la Iglesia habían existido escritoras espirituales, aprobadas incluso por los Papas. Santa Teresa no la leyó, mientras que sí leyó y conocía las revelaciones de otra benedictina medieval, Santa Gertrudis de Hefta. Seguramente que en un ambiente tan hostil para la mujer que se dedica a la vida espiritual en el siglo XVI español, nuestra Teresa bien que se acordaría y apoyaría más de una vez en estos dos ejemplos. Para conocer a este personaje tan rico y polifacético, el de la nueva doctora eclesial Hildegarda (la cuarta mujer después de santa Teresa, que abrió el camino a esta modalidad femenina del doctorado eclesial), es útil el visionar la reciente película a ella dedicada y dirigida por M. von Trotta: VISION (2009). De ella no resulta un Medioevo tan oscuro e ignorante como a veces pensamos.
Quiero recordar otro detalle para valorar la importancia de este gesto del actual papa. Cuando Pablo VI decidió hacer doctora de la Iglesia a Santa Teresa, una total novedad en el panorama eclesial de aquel tiempo, el General de la Orden carmelita y luego cardenal, Anastasio del SS. Rosario, ya le sugirió al Papa que, junto a la santa castellana, nombrara también doctora a una de estas dos benedictinas medievales antes mencionadas. Pero el papa prefirió optar entonces por la figura de Santa Catalina de Siena.

2.                  El caso de San Juan de Ávila es distinto, nos mete dentro del mismo siglo XVI español y nos pone delante de un contemporáneo de Teresa al que ésta sí conocía de oídas, aunque nunca se vieron ni llegaron a encontrarse. Sólo por carta. Era también de ascendiente judío, como Teresa, y se distinguió por su predicación (no sólo en las iglesias, también en las calles) y por una considerable obra literaria. Aunque se dice que ha sido en aquel siglo y posteriormente el formador espiritual del clero, sin embargo dedicó mucho espacio y tiempo también al laicado. Su obra espiritual más famosa es el tratado “Audi Filia” que leyó hasta la misma santa Teresa, pero que la Inquisición metió en el Índice de libros prohibidos.
El trato con Teresa se debe precisamente al asunto del juzgar su vida mística, por un deseo que ella tuvo siempre, es decir, el someterse al criterio del Maestro Ávila, sin duda, en aquel momento la persona de mayor autoridad espiritual dentro de España. Así le enviará a Montilla en el año 1568 la segunda redacción de su autobiografía, pero en el mismo códice autógrafo (!), cuya lectura le obligó al santo a emitir un juicio o censura a través de una carta que poseemos (12.9.1568). Él hace un análisis muy fino y, podemos decir, hasta desconfiado del mundo interior de Teresa, pero sin desaprobarlo. Muchos de los criterios que emite Juan de Ávila ella los incorporará a su doctrina posterior, como se puede constatar p.e. en las Moradas, obra de madurez. Interesante ese criterio de que desconfíe de visiones y fenómenos especiales… La Santa agradeció tanto la carta y, por eso, se consideró ya salvada de cualquier sospecha, según lo que ella misma comenta a su amiga y confidente Doña Luisa de la Cerda: El Maestro Ávila me escribe largo, y le contenta todo, sólo dice que es menester declarar más unas cosas y mudar vocablos de otras, que esto es fácil (carta, 2.11.1568). El optimismo de Teresa, sin embargo, ha de ser matizado, pues en la dicha carta el santo la avisa de que el libro no está para salir a manos de muchos. Pero la posteridad demostró todo lo contrario, ha sido la obra más editada, traducida y leída de santa Teresa desde la primera vez que salió editada por Fray Luis de León (Salamanca 1588) hasta hoy. Eso sí, el santo doctor es de los pocos y privilegiados que pudieron leer a nuestra Santa en su mismo texto original autógrafo, y directamente.
Teresa, aunque nunca se vio con él, estuvo siempre muy atenta a la vida y actividad de san Juan de Ávila. Cuando se enteró en Toledo de su fallecimiento (Montilla, 23.5.1569), una monja muy cercana a ella se acuerda de que lloró mucho su muerte (Isabel de santo Domingo), y que les extrañó tanta tristeza, a lo que, según Ribera, el primer biógrafo, respondió la Madre que lo que me da pena es que pierde la Iglesia de Dios una gran columna, y mucha salmas un gran amparo que tenían en él, que la mía aun con estar tan lejos, le tenía mucha obligación (Vida, IV, c.11).
Este reconocimiento eclesial del doctorado nos trae a la memoria otra gran figura del siglo XVI español. Así nos damos cuenta de la coincidencia en aquel tiempo de tantos personajes importantes en política, literatura, mística… junto con la Madre Teresa y Fray Juan de la Cruz. Por algo le reconocemos como el Siglo de Oro.

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En este video se muestran unos minutos de la película VISIÓN, sobre la vida de Santa Hildegarda:

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