miércoles, 9 de junio de 2010

Arte religioso que despierta devoción

Del 6 al 20 de junio se exponen 3.000 estámpas teresianas en el claustro del convento de los Padres Carmelitas de Alba de Tormes.

Aunque se ha definido a este género como arte menor, no deja de resultar curioso y cuanto menos valioso para la representación de la fe, este modo de divulgación de las imágenes religiosas. Y es que, si bien en la actualidad este tipo de iconografía ha perdido el vigor del que gozaba anteriormente, no debemos olvidar la trascendencia que ha tenido para cultivar la religiosidad de muchas generaciones de creyentes. En el pasado, con estas imágenes en papel, al igual que pasaba con las piedras labradas o las vidrieras de iglesias y catedrales, se podía tener un acceso más sensible a la verdades de la fe, a las hagiografías de los santos que tanto movían al buen hacer la vida cotidiana de muchos cristianos, catequesis en arte que valían lo que mil palabras.

El cristianismo, no debemos olvidarlo, es la religión del Dios que tomó carne, que se hizo uno de tantos para la salvación de todos, para hacer a los hombres más accesible el encuentro con Dios. Así pues, los creyentes en Jesucristo, sin caer en la absurda veneración a unas imágenes vacías, tampoco podemos despreciar el valor de los medios materiales para hacer más comprensible a la sensibilidad humana el mensaje del Evangelio.



Sin duda, hoy la fe tiene el reto de hacerse presente y relevante en Internet, la televisión, la música pop, y todo tipo de vanguardias del arte, ¿por qué no? No debería haber moldes estéticos o estereotipos preconcebidos; es necesaria una encarnación constante, que acompañe al hombre también en sus descubrimientos más cotidianos. Por tanto, el ejercicio de volver la vista atrás y contemplar unas representaciones que fueron tan populares, debe animarnos, por encima de todo, a continuar ofreciendo unas imágenes plásticas de la fe capaces de conmover al hombre y la mujer de hoy. Este ejercicio, hoy pasa, más allá de cualquier estrategia estética, por ofrecer una vida coherente de testimonio cristiano en medio de un ambiente social, en ocasiones mucho más adverso que el que vivieron nuestros antepasados.